Mientras fijaba toda su atención sobre la hoja en que escribía, Rafael lo sintió entrar en la oficina. Siguió sentado tras su escritorio sin intención en ponerse de pie y sólo levantó la vista por sobre el marco de sus lentes de lectura, lo miró fijo y acusador, parecía querer decir algo sin llegar a atreverse, hasta que en sus ojos asomó un color a revancha y dejó ir la acusación.
—Tu mujer te engaña.
Lo dijo con una clara pronunciación y sin un atisbo de temblor en la voz.
Miguel Ángel se sintió sorprendido por tan segura aseveración. Luego carraspeó, frunció el arco de las cejas y no supo qué decir, hacer o preguntar.
Rafael lo volvió a mirar. En el fondo de sus ojos se había depositado el brillo del triunfo cuando replicó:
—A los dos nos engañan.
Miguel Ángel hizo un leve movimiento en retroceder y preguntó desconfiado:
—¿Cómo lo sabes?
Rafael comenzó a disfrutar el sentimiento del triunfador, por primera vez él pasaba a la cabeza; aun así bajó la mirada al notar que Miguel Ángel hacía un esfuerzo por abandonar la habitación. Cuando lo imaginó junto a la puerta, remató:
—¿Cómo lo sé? De la misma manera como tú sabes que Amelia me engaña.
Nota: este relato está incluido en el próximo libro a ser publicado. La fotografía corresponde a su portada.
Nota: este relato está incluido en el próximo libro a ser publicado. La fotografía corresponde a su portada.
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