Mis propias excusas
Me despierto, con la típica modorra. Luego, me estiro con la habitual flojera y a seguir con las rutinas del encierro. ¡El encierro!
Al pasar junto al mesón en la cocina, oigo el móvil. ¡Obvio! La cago. No me aguanté el tomarlo y leer en su pantalla. Los números siguen subiendo. Es el resumen del apps de noticias.
De las contadas excepciones donde bajan, ni pito. Nadie comenta en un artículo o en una editorial. Eso, no es noticia. Que por lo demás, serían dignas de imitar, si les prestaran atención.
Los números continúan abultándose y me inquietan. No sé a los demás. A mí, sí.
Ahora se me va la puteada. ¡¿Cómo es posible...?!
Vuelve a sonar el móvil.
—¡Que se vaya a la chu cha!
Lo contesto. Es mi amigo Juan. Es como mi hermano.
Luego de un rato de conversar lo típico, le digo:
—¿Has visto cómo siguen subiendo los casos?
Me responde ¿Y? Dejándome en silencio por unos minutos. Parece que a éste huevón, tampoco le importara.
—¿Cómo qué ¡Y!? —Le digo en el esfuerzo de hacerlo pensar.
—Sí. ¿Y? ¿Qué harás?
Dele con la huevada.
—Puta compadre. ¿Cómo esos huevones no van a entender? ¿Es muy difícil quedarse en casa? ¿Necesitan andar hueviando en fiestas, mall y otros sitios? Puta, aprendan a cocinar en vez de salir de restaurant.
—¿Qué hiciste para Navidad?
Me pregunta con su acostumbrada tranquilidad.
—Fui a ver a mi vieja. Vive con mi hermana y mis sobrinos.
—Compadre. ¿Qué chuchas haré con usted?
Me responde.
Acá, es cuando
quedó la cagada. En principio me molesté con su argumento.
—¡No es lo mismo!
Dije estúpidamente.
Tu madre y tus sobrinas —dijo, —están siempre en casa. Se cuidan. Tú, te cuidas. Tu cuñado, o sea, el marido de tu hermana; está obligado a ir al trabajo. Pero digamos que también se cuida mucho.
Claro, no hay que olvidar que tu cuñado tiene padres y los fue a ver de una carrerita. Si lo entiendo. Los papás de él, también se cuidan. Y los fueron a visitar sus otros hijos y ¡los nietos! Están tan grandes.
Bueno, esos nietos, ayer pasaron a ver a sus amigos. Solo cinco minutos para saludarlos.
—¿Me quieres hablar de los huevones que salen?
Termina preguntando.
—¿Por qué callas?
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