Si fuéramos como un libro

 

Mientras el tiempo fue éso, era de todos; lo único que había por hacer era vivir. Luego con el paso se inventaron los días, los años y los siglos, las horas de estar vivo se hicieron inciertas y cuando fueron asomando las ayudas nacieron las esperanzas y con ellas, se formaron otros tiempos, entonces la incertidumbre recobró vida.
Con el paso del tiempo el año dejó de tener todos sus días de año, comenzaron a dividirlo en día para esto o lo otro y como se fueron acabando las razones para un día, se pusieron a fabricar otras, entonces llegaron las preferencias y las esparcieron en algún día libre que iba quedando y cada vez que ha hecho falta individualizar otro día y no hallan un motivo, inventan una guerra.
—Pero. ¿Qué podemos hacer? —preguntó una.
—¿Nosotras? Solo somos hojas —respondió la otra.
—¿Hojas de árboles?
—Hojas donde escriben la historia.
—¿Y la esperanza?
—Bueno, ahora que lo pienso, podríamos ser un libro y que no nos suceda lo que al año; donde cada hoja entregue sus palabras, su parte en toda la historia. Donde una sin las otras, somos solo una hoja y una hoja sola, solo es útil para avivar un fuego.



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