El corazón que llevamos


Desde mediados de los años 90 me expreso mediante diferentes formas de arte y artesanía, lo que también ha sido mi forma de sustento.

Desde mediados de los años 90...

Cuando lo razono, veo tres décadas y aún no olvido mis primeros cuadros. Aún conservo los pinceles utilizados con los que pinté mi primera exhibición.

Por el camino de los cambios he ido aprendiendo diferentes técnicas, costura de libros, fabricación de papel, impresión con linóleo, kintsugi, kumuhimo, tejer al telar rememorando tiempos junto a mi madre. Aprendí a hilar lana en una rueca de propiedad de mi esposa y con la que tejí un tapestri. Me senté a escribir cuentos y novelas, algunas publicadas.

Hoy estoy con polimerclay, un torno para madera, cosiendo a máquina e imprimiendo textiles con la técnica del silk screen (Serigrafia) y mirando con entusiasmo el batik.

Bueno, el punto es simple para el día de hoy y le vengo dando vueltas desde hace algún tiempo y no dejaba de causarme gran preocupación lo que va y ha ido sucediendo. Me refiero a la I.A. (inteligencia artificial)

Alguien me mostró unas fotos hechas con I.A. Otro me exhibió un cuadro que pintó usando como herramienta una computadora. Me dijo que quedó tan bueno como un Van Gogh.

En cierta ocasión, invitado a cenar en casa de un conocido, valga decir que solía o suele hace ostentación de su PhD (Philosophic Doctor por su abreviatura en inglés) Este personaje se acercó a mí durante la cena, traía en su mano una pintura que nos exhibió a todos. Acto seguido dijo: "Tú eres pintor." Respondí que estaba en lo correcto. Entonces no tardó en preguntar qué me parecía el cuadro. Para ser honesto ahora y como lo fui en aquel momento, la combinación de colores no estaba mal, la obra se hacía armónica. Lo que hasta hoy me sigue pareciendo de mal gusto, fue lo siguiente que salió de su boca. Primero esbozó una sonrisa sardónica, luego dijo, "Lo pintó mi hija de cuatro años". ¿Qué buscaba? No importa, lo interesante fue lo que continuó: "Lo hizo con el programa de la computadora".

Frente a los presentes me sentí menoscabado, estúpido por haber caído en un juego tonto y sin llegar a entender, cuál y el por qué de su actitud. Humano.

Hoy tomaba mi desayuno y bien lejos de ese suceso, pero he entendido la diferencia entre un artista y una máquina.

Posiblemente usted, mi lector, será más rápido que yo y vea que la diferencia es obvia y no entienda cómo me pudo tomar tanto tiempo dilucidarlo.

Me explico:

Como artista, aunque prefiero y me refiero a mí mismo como artesano; existe el aspecto de comercialización, exhibir, trabajo y todo eso arrastrado dentro del arte y llega la I.A a reemplazarme. Me pone fuera, como también lo ha hecho con cajeros, abogados, cirujanos y muchos otros.

En este momento corrige, gracias, pero no lo necesito; mi ortografía, mi redacción, viene con Windows 11 y lo hace sin que se lo pida. Otros dirán que es bueno, sí lo es, para su flojera en mejorar, en poner atención, en interactuar.

Vuelvo al punto que motiva este escrito y la iluminación que cayó sobre mí al darle un mordisco al pan tostado untado en mantequilla y miel de abeja dulce, con el trasfondo de la saladura del cultivado y el amargo de una miga quemada en la tostadora, a la hora del desayuno:

La I.A ya me supera en técnica, en transparencias, en plasticidad, en composición, es perfecta con su ejecución. Pero... Si un PERO que merece ser escrito con todas sus letras en mayúscula y no como un grito, sino como un destacado.

Nada de lo que haga la I.A podrá llevar el amor, la pasión, el cariño, las lágrimas de felicidad que cada una de mis piezas contienen. Nunca podrá tener el valor del verdadero corazón humano y esa parte que denominamos fe, alma, esencia. Nuestra unión con Dios, el universo, Alá, Buda, Aticha. Bodhidharma, como deseen llamarle, ese fuego interior que lleva todo ser vivo y que algunos humanos insisten en querer exterminar.

Luego de mascar el pan, estoy en paz.

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